El hecho de que me dedique a la psicología y sea mi vocación, no es casualidad. Desde pequeña, y a medida que fui creciendo, cuando veía a mi alrededor personas que sufrían, empecé a darme cuenta de la importancia que tenía que pudieran encontrar ayuda, poder hablar sobre lo que sentían, sentirse comprendidos, entender lo que les pasaba, aprender herramientas para gestionarlo y poder elaborarlo. Yo también, como cualquier otra persona, he ido al psicólogo, y he vivido en primera persona la importancia que ha tenido en mi vida encontrar ayuda, en la atenta escucha de un profesional, y tener un espacio donde poder desplegar mi propio universo e ir encontrando respuestas dentro de mi misma. Por ello para mí esta profesión no sólo es una vocación, es parte de mi vida, pues me parece esencial no sólo para cada individuo, sino para la mejora de la sociedad, poder ser de ayuda a que otras personas que sufren puedan poner luz a lo que les ocurre, ser de ayuda para aquellas personas que se sienten infelices consigo mismas y sus relaciones o aquellas que se sientan desconectadas de sentir ilusión y propósito en la vida, puedan lograr un estado interno más en paz y acorde con sus valores, en coherencia consigo mismos, y vivir una vida más plena y auténtica y llena de sentido.