Mi camino hacia la formación como psicoterapeuta fue trazado por una disposición a observar el comportamiento humano y una sensibilidad temprana para captar los estados emocionales de las personas. Posteriormente desarrollé afición por la investigación de sistemas o modelos científicos y filosóficos que aporten rutas de solución a los problemas humanos. Mi práctica de 17 años como psicoterapeuta me ha llevado a concluir que es la actitud del psicoterapeuta, su disposición, escucha, comprensión, calidez, compromiso, confiabilidad, atención, amabilidad y presencia, el motor de los procesos psicoterapéuticos exitosos. Y es la formación científica del psicoterapeuta, su compromiso permanente en el entendimiento de los problemas humanos, junto con la responsabilidad en el uso de un método, lo que permite explorar junto con el cliente sus problemas, co-creando en ese encuentro, soluciones y posibilidades. Pienso que la experiencia de un proceso terapéutico satisfactorio y exitoso en los clientes, es capaz no sólo de erradicar un problema y favorecer el bienestar en la persona, sino de cambiar positivamente el rumbo de las vidas.